17 septiembre, 2014

¿Por qué nuestro sistema eléctrico se configuró como un sistema de generación descentralizado?

Sistema eléctrico

Hasta la llegada de la I revolución industrial, allá por el siglo XVIII, los únicos usos de la energía eran puramente mecánicos aplicados a la agricultura, principalmente molinos movidos por aire o agua, y térmicos, destinados a mitigar las penurias climáticas del invierno.

Durante la I revolución industrial, de la mano de la máquina de vapor, proliferaron los usos de la misma como fuente de energía mecánica aplicada a los procesos industriales. Este desarrollo implicaba nuevas demandas de energía térmica, de proporciones cada vez mayores y que necesariamente debían ser cubiertas en pleno desarrollo industrial. De esta forma se abría la puerta a la comercialización del petróleo y sus derivados. Las compañías petrolíferas se desarrollaban proporcionalmente a los nuevos mercados que se creaban, ya no solo industriales sino también ligados al transporte y los servicios, como el ferrocarril y la calefacción residencial. La búsqueda y explotación de nuevos yacimientos petrolíferos, se convierte en la obsesión de varios países, con una visión estratégica de desarrollo.

Paralelamente, a finales del siglo XIX, el estadounidense Edison, fabrica la primera bombilla, consiguiendo que luciera cerca de 48 horas. Un año más tarde, se asocia con J.P. Morgan para fundar una de las primeras centrales eléctricas, la Edison Eléctric Company , embrión de la actual General Electric Company. La primera central funcionaba mediante máquinas de vapor y era capaz de generar electricidad suficiente como para abastecer a 7.200 bombillas; se dice que en su primer día de funcionamiento, la compañía tenía 52 clientes.

A finales del siglo XIX y principios del XX, ya se vislumbra el amplio abanico de aplicaciones de la energía eléctrica, tanto en aplicaciones industriales y domésticas; como bien de consumo de una sociedad en constante evolución en su desarrollo y calidad de vida. La inmediatez de su uso y la imposibilidad de almacenamiento hacen necesario diseñar uno de los sistemas industriales más grandes a escala mundial; el sistema eléctrico; organizado fundamentalmente con las actividades de generación, transporte y distribución.

La generación se lleva a cabo cerca de los recursos de energía primaria (o secundaria por el uso de derivados y transformados), es necesaria una red que transporte grandes cantidades de la energía eléctrica producida, desde el punto de generación hasta las proximidades de cada núcleo de consumo, a partir de los cuales pueda distribuirse a cada punto de consumo la energía eléctrica necesaria; además no de cualquier manera, sino con unas condiciones técnicas especificas que garanticen el correcto funcionamiento de los aparatos receptores.

En España, durante el primer cuarto del siglo XX, la concentración urbana y la aparición de núcleos industriales fue muy significativa, con lo que el transporte de la energía eléctrica empieza a intensificarse, iniciándose de esta forma el desarrollo de las redes de trasporte.

Durante los siguientes cuartos del siglo XX, periodo de la dictadura franquista, la energía hidroeléctrica sufrió cierta revolución, gracias en gran medida al progreso agrario y el empleo de regadíos, que proporcionaron a esta tecnología de generación muchas de las infraestructuras necesarias.

Al inicio de la democracia, la elevada dependencia del petróleo, propicio que con la llegada de la segunda crisis del petróleo, los graves desequilibrios económicos de algunas empresas eléctricas, incrementara la necesidad de intervención del estado, tanto, para reestructurar el sistema como para sanear el sector.

En la actualidad, las políticas europeas tendentes a la liberalización de los sectores energéticos, persiguiendo la idea de “a mayor competencia, mejores precios de la energía”, se remontan en España al año 1997, con la separación administrativa y financiera de las actividades de producción, transporte y distribución. La irrupción masiva de las energías renovables, debido en gran medida al impulso generado por la trasposición de las directivas relativas al fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables, ha propiciado que si bien el panorama de cumplimiento de objetivos en términos de potencia de generación sea muy favorable a día de hoy; el acceso a las redes de transporte y distribución esté sufriendo aún de falta de racionalidad y facilidad de acceso a las mismas para este tipo de tecnologías de generación. Entre los beneficios de una generación distribuida, se encuentra la reducción de las necesidades de inversión en nuevas redes, por ello, la transición hacia un sistema de generación descentralizado necesita ahora un nuevo giro regulatorio en las actividades de transporte y distribución.

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